Amadeo

martes, 13 de enero de 2015

Lámpara



la mujer
cualquier mujer
tiene una lámpara

en algún rincón de su cuerpo

visible o invisible

que nunca será de nadie
ni de sus hijos
ni de su esposo
ni de Dios
será su lámpara
sólo ella sabrá encenderla
o apagarla
nadie más podrá ponerle
un dedo encima
llamémosla Esencia
llamémosla Día o Noche
no es su nombre lo que importa
no será mía
ni tuya
ni de nadie
sólo a ella pertenece esa lámpara
solamente ella sabrá encenderla
o apagarla.


León Peredo
German Aracil

6 comentarios:

  1. Tú sabes que voy a la deriva entre sugerencias y sugerencias. Cuando me quedo sin palabras, cosa que viene siendo habitual con Peredo, intento tomar aire de poema en poema. Qué bien se navega "en estas aguas"
    Esta entrada encontré:

    Las palabras.

    ¿Podían tener alas las palabras?
    ¿Podían deslizarse por el aire como mariposas?
    ¿Podían llevarnos consigo,
    transportarnos a un mundo diferente?
    ¿Podían dejarnos temblando,
    como las fuerzas de la naturaleza
    que sacuden la Tierra?
    ¿Podían abrir hasta las últimas cámaras
    secretas de nuestra alma?

    El arte de escuchar los latidos del corazón
    Jan Philipp Sendker

    http://sureando-sureando.blogspot.com.es/2012/10/las-palabras.html

    Aquí hay "remedios" para todo. Ni la farmacia...¡Hala, Ana, coge aire! :-)

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  2. Para mí, ese rincón, solo lo conoce Dios; aunque intentemos comunicarlo, solo Él lo comprende, nos tejíó en el seno de nuestra madre (me viene el salmo 138: Señor, Tú me sondeas y me conoces... me viene Clarissa...) Me encanta el poema, pero con Él. Como decía san Agustín: "Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos".

    Un beso, querida Beatriz.
    Me encanta el comentario de Ana.

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  3. ¡Qué bellos comentarios! recomiendo ese libro "El arte de escuchar los latidos del corazón" está online y es....¡precioso!
    Gracias, Ana
    Gracias, Rosa

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  4. Hace ya un tiempo me leí ese libro y realmente es precioso.

    eva

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  5. En realidad no debiera sorprenderme encontrar esta verdad en un poema, pero ha ocurrido y la he econtrado porque lo has puesto frente a mis narices. Bellísima verdad.

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  6. Me alegro por ello, Rubén, pero tú ya lo sabías.

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