al principio, de niña ,
venían disfrazados con las ropas solemnes
y los zapatos nuevos, camino de misa.
El domingo estorbaba para pisar los charcos,
para subir a un árbol, para sorber la sopa.
Era como un inoportuno visitante
al que enseñar de pronto
que se comprenden los códigos
que más tarde vendrían:
el gracias, por favor, siéntate recta,
estate calladita, no estropees las medias,
no te muerdas las uñas, saluda a la visita.
Había un enorme reloj en el salón
con un tic tac tedioso, las horas no avanzaban,
las horas se morían de puro aburrimiento
mientras la vida
esperaba en los charcos o en la copa de un árbol
a que pasara el día.
Silvia Ugidos
Holsoe
No estamos solos..
ResponderBorrarYa lo creo que no...
ResponderBorrarMaravillosos momentos se viven en la niñez, cuando nos conectamos con la naturaleza.
ResponderBorrarLindo blog.
Asi, tal cual.
ResponderBorrareva