miércoles, 24 de octubre de 2012

El don del oído


Se quedó petrificado, inmóvil, 
y escuchó con atención. 
Al canto se le había sumado 
el suave crujido de las hojas. 
No crujían solo por el viento. 
Tin Win comprendió que ellas, 
del mismo modo que las voces humanas, 
tenían su propio acento, 
y que en el caso de los crujidos 
puede hablarse también de matices, 
como con los colores. 
Oyó ramas delgadas que se frotaban 
unas con otras, 
y hojas que se acariciaban. 
Oyó el follaje que caía a sus pies 
y se dio cuenta de que ninguna hoja 
se parecía a las otras, 
ni siquiera al planear por el aire. 
Las oyó zumbar y rezongar, 
sisear y silbar, 
susurrar y murmurar. 
Tuvo un presentimiento inaudito. 
¿Existía un mundo paralelo 
al de las formas y los colores, 
un mundo de voces y sonidos, 
de ruidos y tonos? 
¿Un mundo oculto a los sentidos, 
que nos rodea sin darnos cuenta 
y que resulta aún más emocionante y misterioso 
que el mundo de los que  pueden ver? 
Había     descubierto      el     don    del     oído.


Jan Philipp Sendker
Pintura:Jean Nelson

2 comentarios:

Clarissa Rodriguez dijo...

Qué precioso texto y una imagen que también "habla".
Pero saber escuchar es un don divino. Generalmente estamos más preocupados de que se nos escuche. Incluso, en la conversación cotidiana mientras alguien habla, estamos más preocupados de escuchar nuestro propio diálogo interno.

Escuchar las "voces" de la naturaleza es un regalo para el alma.

Un abrazo amiga. Gracias por lo que compartes a diario.

Beatrice dijo...

Gracias Clarissa, en verdad es un hermoso texto.
Saber escuchar, todo un desafío...y un arte.

Un abrazo, amiga.

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