Asistida por mi alma antigua,
por mi alma primera al fin recobrada,
y por tanto tiempo perdida.
Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí.
Y entonces comprendí
que ella había sido la enamorada.
Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso,
lejana de mí misma .
Y de ella venían las palabras sin dueño
que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio.
Yo era la voz de esa antigua alma.
Y ella, a medida que consumaba su amor,
allá, donde yo no podía verla;
me iba iniciando a través del dolor del abandono.
Por eso nadie podía amarme
mientras yo iba sabiendo del amor.
Y yo misma tampoco amaba.
Sólo una noche hasta el alba.
Y allí quedé esperando.
Me despertaba con la aurora,
si es que había dormido.
Y creía que ya había llegado,
yo, ella, él...
Salía el Sol y el día caía
como una condena sobre mí.
No, no todavía.
María Zambrano
Pintura: Zhao Kailin