martes, 2 de junio de 2015

Fresa ácida



Nada sino la muerte.
Jane Austen
Fue a los 9 años que entendí
que algún día me moriría.

Mascaba un chicle de fresa ácida,
regresaba del colegio.

Pensé en que el tiempo pasaría,
en que iría perdiendo el sabor,
me haría viejo.

Sentí que yo dejaría de ser yo,
y que todo lo que hubiera
dicho o hecho a lo largo de mi vida
daría igual.

El chicle rechinaba entre mis dientes
como una flema insípida y al escupirla
pensé en el alma y en eso
que me decían de que al morir
uno se va al cielo si ha sido bueno.

Pero si yo dejaba de ser yo
¿Qué más daba a dónde fuera?
Aquel chicle sin duda me había dado
todo su sabor y ahora yacía
aplastado contra el suelo.

Comencé a llorar y seguí haciéndolo
todo el camino hasta casa.

Cuando llegué le conté a mi madre
de mi trance metafísico,
ella no supo como consolarme,
pues la misma cuestión le afligía
profundamente
y se le humedecieron los ojos.

Lo mismo le pasó a mi hermana y a mi padre.

Entonces, no pudiendo soportar
ver a mi familia
sufrir de esa manera, saqué
mi bolsa de chicles y les ofrecí.

Y allí nos quedamos sentados,
mascando aquellos chicles
que, desde entonces,
solo me saben a nada.
David Transhumante
Theresa Quirk

2 comentarios:

eva dijo...

A mi el sabor a fresa acida me trae otros recuerdos más livianos pero este poema me ha encantado.

eva

Beatrice dijo...

Este autor tiene unos poemas metafísicos muy profundos sobre la muerte y como la percibimos.

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