Cada vez que me despierto
mi boca vuelve a tu nombre
como el marino a su puerto.
Este volver a empezar
cada jornada sin ti,
esta sensación de mar
que navego y ya perdí...
Como si mi voz te alcanzase,
murmura: Amour adoré,
¿No puedes oírme? No sé.
Vivos estamos en la frase.
¡Qué lejos ayer de hoy!
Hondo ayer: dos fuimos uno.
Hoy no estás y yo no soy.
Gentes que me son extrañas:
esas que me creen solo
sin ver que tú me acompañas.
Así voy sin ti: perdido
por entre gentes que anulan
nuestro amor bajo su olvido.
La Patria, lejos, en el lodo.
Soledades alrededor.
Navidad a pesar de todo:
hijos, su recuerdo, mi amor.
La memoria, malla a malla,
me cubre armando su mundo.
Interior, mi noche calla.
En tu recuerdo me hundo.
Ya te lo decía yo.
Era imposible el olvido.
Fuimos verdad. Y quedó.
Sobre esta misma almohada
me acompañó su cabeza.
Sé ya ahora cómo empieza
la blancura de la nada.
Despierto y como no estás,
no me suena el mundo a mundo:
nunca a solas no hay compás.
¡Estaba yo tan contento
de ser yo, yo para ti!
¡Qué alegría ser así
dos historias en un cuento!
Lo que un día me dijiste
de nuevo suena en mi oído.
La soledad no es tan triste.
Ser es también no haber sido.
Jorge Guillén
Modigliani
2 comentarios:
Un fuerte abrazo, Beatriz.
Has escogido un sentido y profundo poema de Guillén.
Así es. Gracias por tus visitas
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