Al final de la comida
 
Al final de la comida
 le he enseñado a mi madre
 el libro de poemas
 que acaban de publicarme.
 
 La artritis de sus manos
 apenas le deja mantenerlo abierto
 y sus escasos años de escuela
 recorren las palabras
 como un niño que gatea
 hasta hacer incomprensibles mis versos.
 
 Loca de contento,
 orgullosa de su hijo,
 le lee un poema a mi padre
 que la mira desde el sofá.
 
 Cuando termina,
 levanta la cabeza
 y ve a mi padre dormido.
 
 Lo despierta
 y vuelve a comenzar
 hasta tres veces
 la lectura...
 
 Yo no digo palabra,
 pienso en los amos de la fuerza de los humildes,
 en el tiempo delicioso que les robaron,
 en la lengua que apenas les dejaron para comer
 y reproducirse
 
 en los profesionales del estilo,
 en los críticos de las letras,
 
 y en lo lejos que estará siempre
 el pueblo sencillo y trabajador
 de eso que llaman literatura.
Antonio Orihuela
Pintura:Gaiderov Michail
 
 
 
          
      
 
  
  
 
5 comentarios:
Profunda reflexión. Es maravilloso.
Si la memoria no me falla, creo que ya hemos leído este poema, no? Es maravilloso, cierto.
"la artritis de sus manos apenas le dejar mantenerlo abierto"
o
"pienso en los amos de la fuerza de los humildes"
Un abrazo con todo el calor que por aqui tenemos, Beatriz.
eva
Gracias Ana, vi que lo compartiste.
No, Eva, es la primera vez, pero hay un poema parecido en el blog.
Es profundo y terrible, creo yo, y verdadero.
Un abrazo
Yo no lo conocía...pero me encantó..pude mirar al autor observando con ternura a su madre leyendo su letras ..con un dejo de desolación por las cosas perdidas..mientras el padre a ratos dormía ..sin escuchar la poesía...
Antonio ,estás equivocado porque fué en cierta forma BENDECIDO EL FRUTO DE SU VIENTRE.
A través del él todas sus DELICADEZAS pudieron volcarse en el mundo y en cierta forma lo TRANSFORMARON.
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