Cada mañana
el hombre saluda uno por uno los rincones de su casa,
abraza con el corazón el sol del patio,
conversa con los líquenes,
con los clavos de las vigas,
comparte con su perro
el terrible secreto de llevar los días
y abre de parte a parte, a la orilla de los pájaros,
el mar.
Pero un día cualquiera
el hombre recuesta su levedad en la pared del tiempo
y el tiempo le bebe su único segundo
y el Universo se niega a dar un paso más.
Juan Ramòn Saravia
Gracias Rubén
Larry Bracegilder