En la barra desierta
 los camareros te ofrecen
la penúltima copa. 
Suena detrás la música de siempre 
y poca gente queda bailando ya a esas horas,
 y en esos días últimos de enero,
 tan fríos como
un lunes permanente … 
Sientes, frente al espejo,
el orgullo tan duro de estar solo.
 Y los chicos
te cuentan 
en qué sitio se puede comer de madrugada,
 o en qué tugurio, más o menos chic, 
se evita ver
el sol cuando despunta el alba. 
La señora, después,
te devuelve el abrigo,
 y te saluda cortésmente
quejándose, 
vacío el guardarropa, de asuntos laborales …
Bajas la escalera. 
(¿Existe el amor? 
¿He estado
yo alguna vez entre sus alas? 
¿Por qué soy el que
soy, 
y no como eres tú, todo luz y belleza?) 
Descender hace más profundo 
este estepario orgullo
de estar solo … 
Te despide ya un maître entre zalemas, 
y se apresura el portero a despejar la ruta … 
Te abrochas el gabán azul,
 y escéptico sonríes
dejando una propina … 
Ahí está la noche, limpia,
seca, estrellada, pura. 
La puerta se abre muy solemnemente:
 ¡Hasta mañana, señor!
 La soledad está servida
Luis Antonio de Villena
Fabián Pérez


1 comentario:
vacío el guardarropa, de asuntos laborales
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