La pantalla del cine Potencia podía acoger
cualquier película y cualquier imagen;
los indios se encontraban aquí como en casa,
pero los héroes soviéticos
tampoco podían quejarse.
Al acabar la sesión se hacía un silencio
tan profundo que la policía se inquietaba.
Pero por la tarde la ciudad dormía con la boca
abierta, como un niño en el cochecito.
Al atardecer a veces se levantaba viento
y en el crepúsculo la tormenta centelleaba
con un resplandor irreal, violeta.
A medianoche en el límpido cielo
volvía la frágil luna.
Parece que algunos domingos
Dios estaba cerca.
Zagajewski
3 comentarios:
Precioso.
Un beso, querida Beatriz.
Buena tarde de domingo, amiga.
Feliz día.
Nunca está Dios suficientemente cerca los domingos
Este domingo fue un poco diferente en el Café de Rick.
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