My noon, my midnight, my talk, my song; I thought that love would last forever, I was wrong. The stars are not wanted now; put out every one,
For nothing now can ever come to any good.
blog de rescate de la historia familiar, de la patagonia, vivencias, recuerdos, arte y poesía
Mamá, yo ahora tengo otra edad
y me encuentro una belleza distinta,
Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Como ella, con ella, todo a mi alrededor reposa. Cuando ella despierte, también lo harán las cosas. Volverán a abrirse las puertas, correrá el agua otra vez, los pasos avivarán la vieja escalera, caerá de nuevo la luz sobre las plantas. Yo retornaré a mi mesa, a las palabras, y su voz, como un halo, circundará mi día. Cuando ella se haya ido a su trabajo, alzaré los ojos de la página, y un tapiz, un clavel, un amuleto inesperado en la cocina de la casa repetirán el nombre de esta mujer que todo lo pobló con su presencia y el acierto de sus manos. Ella es mi casa, puerta mayor de acceso al sentido de estos cuartos. Si el egoísmo o la indiferencia quiebran nuestro encuentro, la casa se oscurece. Como una dura denuncia de soledad sin remedio, las paredes se cargan de presagios, se repliega el color de cada cosa, la casa se vacía, y habitarla es quedar a la intemperie. Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Cuando ella anda lejana, todo es lejano en la casa; con ella se van en tropel las cosas de mi entorno, y estar aquí se vuelve una tortura; acosa cada sitio, cada paso lastima, rincones y objetos se hacen inservibles. Y la casa recuerda, en un susurro triste, que alguna vez supimos ser mejores. Si renace la alegría, renace la casa. Cuando la lucidez o el deseo vuelven a reunirnos, la casa otra vez se ilumina: tienen sentido mis papeles, cada cuarto es la evidencia de un proyecto. La casa entera es una fiesta y por la vieja escalera vuelve a correr el aliento suave y denso de la vida.
Mientras tú existas,
Cada vez que me despierto
María Laura Decésare
Obrigada a https://ruadaspretas.blogspot.com/
Cuando hable con el silencio
cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento
Te deseoel gozo de ver el amanecerla paz de escuchar al vientoel sonido al pisar las hojas en otoñoel ver volar a un colibríla sonrisa de tu hijola caricia del sol en inviernoel olor del recuerdolas lágrimas de un dueloTe deseo,Sentir los colores del arco irisla furia del marla obscuridad del temorla bondad de la mentirala impotencia en la frustraciónTe deseo,Un beso inesperadoel perdón a ti mismoel vuelo del apegoy el sabor de la pasiónTe deseomariposas en tu vientrecoraje en tu misióncompasión por tu prójimoy amor, amor, montones de amor...¡Deseo manifestarme a través de ti!Soy tu vida...
... Hoy hace un mes que te fuiste
Estoy sola
sola y triste
He oido el contar de muchos años
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.
Es la hora
Abrázate en paz
Tienes toda la noche
por delante.
Busca en la selva
dentro de ti
un lugar inaccesible.
Duerme tranquilo,
cada sueño es un pétalo
que cae sobre la tierra.
Pasa con lentitud
la última página.
Cierra el libro.
Alfredo Buxán
Buchholz
Las casas de París no temen al viento ni a la
imaginaciónSube, muchacha.
Es el último viaje de la noche.
Tengo las manos llenas de ciudad callada.
Atrás quedaron tangos, bandoneones,
clientes del amor y copa cara.
Quedó ese ruin motivo de la vida para gastarla.
Tengo un látigo atroz que a nadie pega.
Sube, muchacha.
Atrás quedaron súplicas, promesas, historias desveladas,
cigarrillos fumados tango a tango, recuerdos sin palabras
y rostros amplios de deseos y manos calentadas.
Quedó la charla inútil con gardeles,
con ferreyras, con leguisamos -¡siempre!-
y las caras infladas de negocios muy redondos al borde de unas vacas.
Tengo un coche muy pobre y con capota.
Sube muchacha.
Tu cadera se da a los marineros,
a los que juegan a tres bandas,
a los esposos crueles y cristianos,
a los pobres de amor y a los de plata.
Se dan en turbios rincones oportunos,
o en sitios con lámparas de pie y porcelanas,
o en lugares de nadie, o en una simple plaza.
Tengo un caballo flaco, a lo quijote.
Sube, muchacha.
Pero cuando te diste, diste todo.
Tu cretona, tu sensación de rosa
y tu frustrada sensación de espina.
Diste el reír, el cuerpo y la mirada.
Tengo, también, alguna larga calle con faroles
y el adoquín con luna en esquina pisoteada.
Te vio crecer cierto fondín del barrio
que transpiraba vinos y cebollas.
Tu cama tenía por dosel las culpas de los otros
y llorabas muy bien lo que llorabas.
¿Fue por Dock Sur? ¿O fue en San Telmo?
¿O fue en Boedo, o en la Boca, o en Tablada?
Nadie te puede averiguar la zona.
Se sabe que fue un barrio. Casi nada.
Tengo, además, el pulso firme del auriga
y un viejo amor por todo lo que amarga.
Me duele tu regreso como me duele sorprender
a un pájaro amanecido en una jaula.
Dame esa tristeza propia de los seres que se acuestan,
azules, de mañana y toma el látigo y las riendas
para el último viaje por la ciudad callada.
Tengo un pequeño corazón de estaño
dispuesto a sollozar.
Sube, muchacha.
Mario Jorge de Lellis
Pintura:Fabián Pérez
Los dos están convencidos