Ahora comprendíamos la desapacible inquietud que nos embargaba a medida que nos internábamos en ese desolado paisaje.
El mar, aunque celoso y violento cuando se está en medio de él, desde esa lejanía era un compañero inmenso, un manso llano de paz, cuya vista infundía quietud y, sobre todo, esa vaga e indefinible sensación de la esperanza.
Hay paisajes, como instantes de la vida, que no se borran jamás de la mente; vuelven siempre a traspasarnos desde adentro, cada vez con mayor intensidad.
Este en que dimos la última mirada al mar es uno de ellos; allí volvimos la cabeza para no perder la postrera visión de esa esperanza y entrar de lleno en aquella tierra de olvido.
Tierra de olvido
Francisco Coloane
2 comentarios:
Querida Beatriz: Un precioso y singular texto de Don Pancho. Preciosa entrada, como siempre. Besos y abrazos
Como siempre Beatriz, juegas de una manera impecable con el texto y su autor y la imagen...
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