jueves, 26 de marzo de 2009

El agua en el desierto

Una tarde, súbitamente,
descubres como un día
puede restar
lo que queda de tiempo.
Observas, una tarde,
la forma
circular de un lago,
y mientras se sumerge una piedra
compruebas tus pocas fuerzas
para aumentar el círculo.
Te conformas con interpretar
las últimas ondas, el paisaje cercado,
la superficie verdosa que vuelve a su centro.
Miras el lago y no esperas
que el agua
también brote en el desierto.
Huyes del poema
como quien escapa de la vida
y mientras lo haces
cada paso es un paso menos.

La certidumbre de encontrar lo que buscas
ya no es un reclamo para seguir hacia delante.
Sabes ya el proceso natural de las cosas:
el agua, el hielo, los arroyos,
las nubes, los grifos curvados,
la manguera que dirige, como tú,
su boca al cielo, y sientes
que cada comienzo
va perdiendo tu nombre.
Ese paso de los años que se inicia en un día.
Quizás sólo en una tarde.
Una señal tan tenue como tu mirada.
Algo que te enseña, en definitiva,
a despedirte de todos los lagos
y del resto de tardes que aún no conoces.


Alex Chico en este blog
Pintura:
Jean Mannheim

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bella pintura. La poesía, reflexión de lo vivido hasta ahora y nuestros límites marcados por el tiempo.
Un tiempo que es valioso y debemos tratar que cuando miremos hacia atrás no veamos un desierto, ser dueños de nuestro presente.
Saludos

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