Los acordes van subiendo
como llamas por su cuerpo
encendiendo las pasiones
que estallan en sus braceos.
Sus codos abren espacios
donde nacen cielos nuevos,
donde se esconden las lunas
que han amparado a su pueblo.
Sus manos quiebran el aire
esparciendo los misterios
de su sonrisa de nácar,
de su perfume hechicero.
La música le ciñe el alma
y el vehemente taconeo
hipnotiza las miradas
talla la gracia en el suelo.
Es huracán desatado,
y en el vuelo de su ruedo
deja escapar las tormentas
de su espíritu flamenco.
como llamas por su cuerpo
encendiendo las pasiones
que estallan en sus braceos.
Sus codos abren espacios
donde nacen cielos nuevos,
donde se esconden las lunas
que han amparado a su pueblo.
Sus manos quiebran el aire
esparciendo los misterios
de su sonrisa de nácar,
de su perfume hechicero.
La música le ciñe el alma
y el vehemente taconeo
hipnotiza las miradas
talla la gracia en el suelo.
Es huracán desatado,
y en el vuelo de su ruedo
deja escapar las tormentas
de su espíritu flamenco.
Pintura: Jaleo. John Singer Sargent
3 comentarios:
¡Qué bonito poema!! La bailaora del cuadro no sé cómo se aguanta de pie, con esa postura, jaja! Pero me gusta el ambiente que refleja.
Un beso, Beatriz
¡Y olé!
Saludos argentinos.
Lo mismo pienso Elvira, qué postura y olé! Lu
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