Alma se tiene a veces.
Nadie la posee
sin pausa y para siempre.
Día tras día, año tras año
pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.
Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos
con zapatos apretados.
Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.
De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.
Cuando el cuerpo
nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente
de su hora de consulta.
Es algo quisquillosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha
por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.
La alegría y la tristeza no son para ella
sentimientos distintos.
Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.
Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.
De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan
afanosos aunque no mire nadie.
No dice de dónde viene
ni cuando se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.
Según parece, así como ella a nosotros,
nosotros a ella también le servimos de algo.
Nadie la posee
sin pausa y para siempre.
Día tras día, año tras año
pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.
Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos
con zapatos apretados.
Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.
De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.
Cuando el cuerpo
nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente
de su hora de consulta.
Es algo quisquillosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha
por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.
La alegría y la tristeza no son para ella
sentimientos distintos.
Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.
Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.
De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan
afanosos aunque no mire nadie.
No dice de dónde viene
ni cuando se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.
Según parece, así como ella a nosotros,
nosotros a ella también le servimos de algo.
7 comentarios:
Para reñir a los hijos y a los "no hijos" también, me gusta cuando se usa eso de: "Me duele el alma de decirte que..."
Es perfecto el poema, bello y real.
"De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan
afanosos aunque no mire nadie." (La voy a buscar ahí porque estoy segura de que dio en el clavo)
Buen lunes, Beatriz!!!
Encantador, delicioso poema para comenzar bien un lunes. Muchas gracias.
Beatriz: Casi publico el mismo poema de Wislawa Szymborska, al final me decidí por otro "La Mujer de Lot".
Que buen poema, Un alma a veces , quiquillosa.
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha
por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.
La alegría y la tristeza no son para ella.
BONITA ELECCIÓN
EL ALMA Y SUS MISTERIOS
Y ESA FOTO QUE SIEMPRE ACOMPAÑA A LA PERFECCIÓN TODO LO QUE PUBLICAS
SALUDOS
Cuántas veces habré dicho ea frase Ana: "me duele el alma decirte..."
Yo creo que también le gustan "los amaneceres..."
Feliz semana Ana
Bien Capitán, feliz , estoy de habitué en tu blog, leyéndolo de a poquito.
Francisco, mira que casualidad, es que lo poemas de Wislawa son todos elegibles.
Gracias Escribir, que tengas una linda semana.
De donde vendrà esta alma que ha elegido este cuerpo en todos sus detalles y aflicciones ,en todas sus bellezas y fealdades ,en todas sus armonias y deseperanzas.
Si supiéramos de donde viene Ana María, ya no sería este misterio que nos atrapa y nos hace soñar.
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