viernes, 6 de septiembre de 2013

La librería

 
Recorro los espacios que frecuentas
sabiendo de antemano
que no te encontraré. Me ayuda
que sean tan fijos tus horarios.

Tu aroma es lo que yo persigo,
el aire que te vas dejando
y se mantiene intacto hasta que llego,
y marco sus contornos
con el detenimiento que necesita
un ritual tan íntimo.
Mucho más que las tardes de amor y caramelos
que a veces tú y yo nos regalamos.

Observo tu silueta en el espacio
que antes ocupabas -callada
quietud entre los libros-
y voy acariciando el sitio exacto
donde tus dedos eligieron
el que te llevarás.

He aprendido a hacerlo
de manera que aquellos que me miran
imaginan que yo busco también
un libro de poemas. Y no saben
de qué manera exacta
veo la trayectoria de tu índice
desde Sylvia Plath a Pound,
de izquierda a derecha, como prefieres
hacer tan a menudo.

Más tarde perfilo muy lentamente
la curva de tu mano
cuando pasas las hojas de ese libro
que has guardado bajo el brazo,
y que, un poco más tarde,
cuando llegue con retraso al café,
comentaremos.



Elena Escribano
gracias Emma Gunst

6 comentarios:

eva dijo...

Me ha cautivado,cada renglón es una poesía en sí,la leo, la releo... y hasta me imagino a los protagonistas.

eva

Marcelo dijo...

bellisimo! y los siento tan míos a esos rituales!

Beatrice dijo...

¡Qué complicidad! ¿no, Eva? a mí también me cautivó.


Rituales que se repiten...acá y allá.

Ana dijo...

Bellísimo y cierto; a fin de cuentas puede que no seamos tan raros como pensamos.
En mi tierra dicen a esto..."No... si hay más fuera que dentro" (Se omite "locos")

Beatrice dijo...

Pero el lector se está convirtiendo, cada vez más,en un "bicho raro" y si además cumple alguno de estos rituales, es mejor que los haga en silencio, que nadie se entere...

ana maría parente dijo...

Quiero ser como el libro aquél que te acompaña desde tu niñez.

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