Imagínate una ciudad oscura.
No entiende nada.
Domina el silencio.
Y en el silencio los murciélagos,
como filósofos jónicos,
volando toman radicales
y repentinas decisiones
que nos llenan de exaltación.
Una ciudad muda.
Está cubierta de nubes.
Aún nada se sabe. Nada.
De repente, un intenso relámpago
desgarra la noche.
Evidentemente, el párroco y el popa
tapan
de inmediato la ventana
con un terciopelo lívido,
pero nosotros salimos para
oír
el rumor de la lluvia
y el amanecer.
El amanecer siempre dice algo,
siempre.
1 comentario:
Esperando que el amanecer me diga algo.
Un abrazo Beatriz
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