Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
A la luz de la luna y del sueño en la carretera desierta,
Guío solitario, guío casi despacio y un poco,
Me parece, o me esfuerzo un poco para que me lo parezca,
Que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
Que sigo sin haber dejado Lisboa o sin tener que llegar a Sintra,
Que sigo ¿y qué más haría sino seguir y no parar y seguir?
Voy a pasar la noche en Sintra para no pasarla en Lisboa,
Cuando llegue a Sintra sentiré pena por no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, inconexa, sin resultado,
Siempre, siempre, siempre,
Esta angustia desorbitada del espíritu por ninguna cosa,
En el camino de Sintra, en el camino del sueño, en la carretera de la vida…
Maleable a los movimientos subconscientes con que guío el volante,
Brinca debajo de mí y conmigo el coche que me prestaron.
Me sonrío con la señal, al virar hacia la derecha.
¡En cuántas cosas prestadas camino por el mundo!
¡Cuántas cosas que me prestaron manejo como mías!
¡Lo que me prestaron, ay de mí, eso soy!
A la izquierda la casucha, sí, la casucha, al borde del camino,
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil que hace poco parecía darme libertad
Es ahora una cosa que me encierra,
Algo que solo puedo guiar si me tiene encerrado,
Algo que solo domino si en él me incluyo y él en mí se incluye.
Atrás, a la izquierda, la modesta casucha, menos que modesta,
Qué feliz debe de ser ahí la vida: solo porque es la mía.
Si alguien me vio desde la ventana, pensará: ese sí que es feliz.
Tal vez para el niño que mira tras los cristales de la ventana de arriba
He sido (con el coche prestado) como un sueño, como un hada real.
Tal vez para la muchacha que ha mirado, al oír el motor, por la ventana de la cocina, sobre el piso de tierra,
Soy algo de ese príncipe que duerme en todo corazón de muchacha,
Y ella quizá me ha mirado a hurtadillas, tras los vidrios, hasta que me perdí en la curva.
¿Dejo sueños tras de mí o es el coche el que los deja?
En la carretera de Sintra, al claro de luna, en la tristeza, entre los campos y la noche,
Guiando el automóvil prestado con desconsuelo,
Me pierdo en la carretera futura, me disuelvo en la distancia que alcanzo…
Y en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible, acelero.
Pero mi corazón se quedó en el montón de piedras,
esquivado al verlo sin verlo,
En el montón de piedras a la puerta de la casucha,
Mi corazón vacío,
Mi corazón insatisfecho,
Mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.
En la carretera de Sintra, cerca de media noche, al claro de luna, al volante,
En la carretera de Sintra, qué cansancio de mi propia imaginación,
En la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
En la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí.
Pessoa
3 comentarios:
En la carretera de Sintra, cuántos recuerdos me han llegado.
Nunca olvidaré la carretera que conducía a los Capuchos. Uno de los lugares más bonitos que he visto.
Qué bello.
Un beso y gracias, querida Beatriz.
Beatriz, la luz se cuela entre hojas en esa carretera cuajada de árboles. Velado amarillo, azul, rosa violáceo, la luz, se adueña del paisaje, juega con él y contigo.
Un antiguo dicho: “Salir a ver mundo y no pasar por Sintra es ir ciego.”
Con cuánto entusiasmo he leído a Pessoa. Magistral. Para guardar y reencontrar, para no olvidar.
A mí Portugal, principalmente la zona de Lisboa, me da felicidad, no sé si incomprensible, pero felicidad. Como la canción:"felicidad, qué bonito nombre tienes. Felicidad vete tú a saber dónde te metes..."Yo sé dónde está.
Un abrazo, amiga.
Tendré que pasar por Sintra, amigas, es un pendiente dentro de mi enorme lista de pendientes.
Por lo menos, cada día estoy más cerca del próximo viaje.
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