Antes de empezar un largo viaje
cierra los ojos y absorbe con calma
todo aquello que te invita a quedarte.
Los afectos, las amistades,
aquellos objetos que justifican las horas,
el azul del mar matricial,
los crepúsculos ocres sobre las fachadas de tu ciudad,
tu querido rincón toscano,
con los olivos, los cipreses, el limonero,
y los libros, sobre todo los viejos libros
que te acompañan desde hace años.
Luego abre los ojos,
coge la maleta, cierra la puerta
y, sin mirar atrás, sin dudar,
parte, parte decidido.
Rafael Argullol