domingo, 2 de diciembre de 2018

Nunca ocurre nada los domingos



"Nunca ocurre nada los domingos. 

Nunca encuentras un nuevo amor en domingo.
Es el día de los infelices.
Día de pensión o día de familia.
Las horas más dolorosas de la amante 
cuando se imagina a su amado
con sus hijos en las rodillas 
mientras su mujer, sonriente,
entra y sale con tentadoras bandejas. 
Un día maldito.

Alguna vez tuvo que haber sido diferente.

¿Por qué si no tendríamos todos
que esperar con ansias el domingo durante toda la semana? 
¿Quizá cuando íbamos a la escuela?
Pero ya entonces las campanas sonaban
compungidas y grises como lluvia y muerte.
Ya entonces las voces de los adultos
eran débiles e insonoras como si buscasen a tientas
y en vano las palabras dominicales.

El olor a humedad y a pan mohoso,

a sueño, botas de goma y achicoria
ya subía entonces por la escalera
y la calle, que estaba dura, vacía y diferente 
de una manera desolada ­
El olor dominical nos forraba
con la gruesa capa de la decepción
que sigue a una expectativa
sin meta específica.

Pero, entonces ¿cuándo? En un lugar anterior a la memoria 

hubo felicidad, una expectativa irresistible
que todavía nadie había sido capaz de defraudar.
Entonces las campanas significaban que papá estaba en casa,
el bigote, las negras cejas y el olor a tabaco mascado 
estaban allí y allí quedaban, en un lugar cercano,
y quizá la risa de tu joven madre
sonaba más alegre que los otros días.

Es domingo. Tú nunca encontrarás

un nuevo amor ese día.
Estás sentada en el cuarto de estar
apabullada y rígida como una figura de cartón
a los ojos de los niños.
Escarban con los pies
y se pelean sin energía.
«Deberíamos hacer algo», dices.
«Sí», dice una voz detrás del periódico.
Entonces os calláis los dos, porque todo lo que tenéis ganas 
de hacer es oculto y secreto
y sería inaceptable para el otro.

Las campanas de la iglesia suenan. Las narices de los niños 

se llenan de desesperanzado olor heredado.
Sobre sus dulces rostros se desliza
una fealdad pasajera.
Una luz marchita
nace en sus ojos.

Pero todos esperamos el domingo 

toda la semana, toda nuestra vida, 
esperamos la ilusión de cientos
de largos domingos vacíos, agotadores.
Día familiar, día de pensión,
el infierno de los amantes secretos.
Ese día en que la nauseabunda grisura de los adultos 
impregna a los niños y establece
la incomprensible melancolía dominical de los años venideros."

Tove Ditlevsen
David Hettinger

6 comentarios:

Rubén Cárcamo Bourgade dijo...

Nunca en Domingo ocurre algo que importe. Y sí, efectivamente los domingos de infancia eran angustiosos y casi vacíos pero después del almuerzo familiar. Casi todas las tardes fueron vacías hasta alcanzar la oscuridad. Qué poema más bello.

Maite dijo...

¡Un poema precioso, como siempre!
Abrazos

Beatrice dijo...

Domingos magallánicos Rubén, domingos de misa y cementerio, de paseos por la calle Bories, de izamiento a la bandera con banda, de matiné y vermut, del Cervantes y el Palace, nuestro propio Cinema Paradiso.

Beatrice dijo...

Gracias Maite!

Marcelo dijo...

Qué hermoso! Y la felicidad de descubrir que no estoy solo con este día...

Beatrice dijo...

¡De ninguna manera, Marcelo!

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