Entonces Borges dormía con los ojos abiertos
y alimentaba su melancolía respirando la noche.
Era verano en el Hemisferio Sur,
él soñaba con el frío de Ginebra
o con la humedad implacable de Dakar.
Era verano en Buenos Aires
y el mundo le parecía un Atlas propio
donde podía dibujar sus viejas pasiones y sus viajes.
Sus dedos pasaban lentamente sobre los mapas,
se detenían en un lugar señalado en rojo,
una punzada, un río de palabras y de imágenes,
el hombre ciego recordaba,
hurgaba en su memoria el tiempo,
deshacía una a una las páginas escritas de su vida.
y alimentaba su melancolía respirando la noche.
Era verano en el Hemisferio Sur,
él soñaba con el frío de Ginebra
o con la humedad implacable de Dakar.
Era verano en Buenos Aires
y el mundo le parecía un Atlas propio
donde podía dibujar sus viejas pasiones y sus viajes.
Sus dedos pasaban lentamente sobre los mapas,
se detenían en un lugar señalado en rojo,
una punzada, un río de palabras y de imágenes,
el hombre ciego recordaba,
hurgaba en su memoria el tiempo,
deshacía una a una las páginas escritas de su vida.
Fernando Sarría
3 comentarios:
como el primer color que lo abandonó en su ceguera progresiva fue el negro, tuvo que aprender a dormir en la claridad...
dicen que él planificó morir en Suiza y ahora lo quieren traer de regreso a BA ¿será lo que él quería?
El amaba GINEBRA porque allí las cosas en su eternidad podían reconocerse.
En Buenos Aires todo cambiaba.....
Será que por naturaleza los argentinos amamos ser universales y GINEBRA es un hito de universalidad.
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