domingo, 15 de mayo de 2011

Spinoza


Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.


Borges

6 comentarios:

Marcelo dijo...

Spinoza y Swedenborg, amados por igual por Borges y... ¡tan distintos!
Qué hermoso paseo borgeano estás tramando, Beatriz!

Jaime dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Beatrice dijo...

Sí Marcelo, ni te imaginas como paseo por su poesía...
Sus obras completas están bajo mi cama, en noches de insomnio y de lluvia como hoy, me basta estirar mi mano izquierda y tengo el mundo en ella.
Hay que ser borgeano como tú para entenderme.

ana maria parente dijo...

Siempre en la revista de la NACION busco a BORGES pero ,parece mentira salvo el escrito de Maria Kodama que compartí contigo nunca encuentro nada.
Ahora estoy en la bùsqueda del verso al NUEVE DE JULIO y a la muerte de LAPRIDA que hablan tan patéticamente del pecado imputado a nuestra clase culta de antes ,o sea la que aparte de cultura tenìa refinamiento.

Beatrice dijo...

POEMA CONJETURAL

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

¿es éste Ana María?

ana maria parente dijo...

Gracias ,gracias ,no lo encontraba en ningùn lado.
QUE RESUMEN TAN EXACTO DE NUESTRO DESTINOS EN LOS CONFINES DEL SUR DE AMERICA NO?
A veces a uno lo convencen que somos de otro extraño planeta y que en algùn sentido tenemos que adaptarnos.

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