Tengo que hablar de los muertos,
así que debo bajar la voz.
Algunos están completamente muertos para mí;
otros sobreviven en mis gestos,
en la forma de mi cráneo,
en mi manera de fumar,
de hacer el amor, de alimentarme;
como y bebo ciertas cosas por encargo de ellos.
Son numerosos.
Uno pasa muchos años sintiéndose solo entre la gente
hasta que un día se encuentra con sus muertos,
nota su presencia discreta pero constante.
No alborotan demasiado.
Con la familia de mi madre
tardé en aceptar la convivencia;
un día empecé a oír sus voces al hablar,
a ver sus gestos al saludar o alzar una copa.
La “personalidad”, lo poco que tú mismo te añades,
es una nimiedad en comparación
con la herencia que los muertos te dejan.
Personas que ni siquiera he llegado a conocer
sobreviven en mí:
se ponen nerviosas, escriben novelas,
albergan deseos y luchan contra sus miedos en mí.
Mi rostro es la copia exacta del de mi abuelo materno;
las manos las he heredado de la familia de mi padre;
mi temperamento es el de algún antepasado materno.
En momentos determinados, cuando me molesta algo
o tengo que tomar una decisión repentina,
probablemente pienso, hablo y actúo
igual que habría pensado, hablado y actuado
mi bisabuelo materno en su molino de Moravia
hace setenta años.
así que debo bajar la voz.
Algunos están completamente muertos para mí;
otros sobreviven en mis gestos,
en la forma de mi cráneo,
en mi manera de fumar,
de hacer el amor, de alimentarme;
como y bebo ciertas cosas por encargo de ellos.
Son numerosos.
Uno pasa muchos años sintiéndose solo entre la gente
hasta que un día se encuentra con sus muertos,
nota su presencia discreta pero constante.
No alborotan demasiado.
Con la familia de mi madre
tardé en aceptar la convivencia;
un día empecé a oír sus voces al hablar,
a ver sus gestos al saludar o alzar una copa.
La “personalidad”, lo poco que tú mismo te añades,
es una nimiedad en comparación
con la herencia que los muertos te dejan.
Personas que ni siquiera he llegado a conocer
sobreviven en mí:
se ponen nerviosas, escriben novelas,
albergan deseos y luchan contra sus miedos en mí.
Mi rostro es la copia exacta del de mi abuelo materno;
las manos las he heredado de la familia de mi padre;
mi temperamento es el de algún antepasado materno.
En momentos determinados, cuando me molesta algo
o tengo que tomar una decisión repentina,
probablemente pienso, hablo y actúo
igual que habría pensado, hablado y actuado
mi bisabuelo materno en su molino de Moravia
hace setenta años.
Sándor Márai, Confesiones de un burgués
Pintura:Holsoe
4 comentarios:
Llevamos sobre nuestros hombros la herencia de nuestros antepasados, tenemos una deuda con ellos, ya que forman parte de nuestro ser.
A propósito de deudas, te debo agradecer el haberme dado a conocer a Sándor Márai, gran escritor.
Estoy de acuerdo.
Conocí hace varios años su obra. Dialoga como nadie Márai, cuanto más monologuista.
Cada día se valora más a este escritor.
Ya lo creo que sobreviven nuestros muertos en nuestro fìsico y nuestra alma.
Lamentablemente se suicidó ya anciano en USA unos meses antes de la caída del muro lo que le habría permitido regresar a su patria querida.
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