domingo, 28 de septiembre de 2014

Tiendo la colada...


Tiendo la colada mirando la montaña.
Todo lo veo, las verduras
los animales, la presencia.
Parece que estoy detenido en la nada:

la ropa mojada, la montaña lejana y 

el hombre despeinado.
Pasan pájaros. Ya inician los mirlos.
Hay un zumbido que debe ser el
otro mundo. Sé que no haré nada
más importante en todo el día.
ANTONIO RIGO

Martha Orlowska

5 comentarios:

eva dijo...

Este poema podría ser un recuerdo para todas esas mujeres "presas" en un lugar que saben no podran abandonar porque alli esta su familia, su hogar,pero que, igualmente saben que existe otro mundo" más allá de los valles".
Esas madres "de antes" tan abnegadas, con ese sentido de la responsabilidad familiar,del deber, de la obligación de estar donde estaba su hombre porque alli estaba su lugar, su familia, mujeres muy válidas para otras muchas cosas pero que se han visto con las alas recortadas.

Un recuerdo para mi madre.

eva

Beatrice dijo...

¡Qué lindo, Eva!

Odel dijo...

Precioso poema, un bonito homenaje a todas las mujeres

Rubén Cárcamo Bourgade dijo...

Todo el día corre veloz, las tareas siguen pidiendo atención después del día y la mejor ventana para frenar, es esta página a una velocidad distinta. Ella me dice que también heredé un paisaje aquí, en tus elecciones con la misma manera de ver y de escuchar. Entiendo que de niños vivimos en un mismo lugar, en un tiempo común, una cultura de cuna idéntica. Ello explicaría las coincidencias tan hermanadas. Es mágico tu blog SUREANDO. En el poema está mi madre tendiendo la ropa y el niño que fui “detenido en la nada”, mirándola. Pero no es cierto estar detenido en la nada, pues tenía esa foto de la ropa congelada y tiesa en mi patio de infancia, tenía los versos en mis cuadernos añejos y ahora en este poema escucho lo que ella tal vez pensaba en silencio. No me quedaba más que escucharla en tu blog, a la velocidad correcta. Muchas gracias Beatriz por todas tus entradas a estos mundos perfectos.

Beatrice dijo...

Muchas gracias Rubén.
Me tocas el corazón con tus palabras y créeme... las guardo como un tesoro de alguien que desde el frío y a lo lejos me refleja.

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