Estaban solos –se creían solos-
en la enorme casa dormida.
Ninguna confesión, ningún beso, sólo el silencio…
Más tarde, conversaciones febriles y apasionadas
durante las que hablaban de sus respectivos países,
de sus familias, de música, de libros…
Los invadía esa extraña felicidad,
esa prisa por desnudar el corazón ante el otro,
una prisa de amante que ya es una entrega, la primera,
la entrega del alma que precede a la del cuerpo.
«Conóceme, mírame. Soy así.
Esto es lo que he vivido, esto es lo que he amado.
¿Y tú? ¿Y tú, amor mío?»
Pero, hasta ahora, ni una palabra de amor.
¿Para qué?
Son inútiles cuando las voces se alteran,
cuando las bocas tiemblan,
cuando se producen esos largos silencios…
Suite francesa" de Irene Nemirovski.
Bogart...again
4 comentarios:
Ay, esta entrada, Beatriz.
Ay, querida Ana.
Esta entrada estremece el alma.
El que la ha vivido sabe de que se trata.
El amor es más fuerte y profundo cuando le damos el tiempo de desnudar primero el alma con sus historias, sus planes, sus lunas y sus heridas.
Y después...
Hola Beatriz!! Debería venir más seguido a visitarte, siempre hay algo más y mejor. Tremenda entrada.Besos y abrazos
Publicar un comentario