un tibio y fervoroso rumor de lluvia,
de aire recién cortado,
un rostro puro tal vez, una luz tierna
bajo la cual tanta noche se extrema.
Tú mirabas la vida,
correteabas por la casa,
alegrabas la luz. Había un árbol
aquel amanecer,
la tarde, el año,
la risa en que era dulce descansar y morir,
la dicha sólo.
Ya tu niñez, tu nieve,
tu ternura colmadas.
Vino –de dónde, cuándo-
apenas un rumor, la forma tenue
que en sus adentros hablaba.
Y se adentró en tus ojos,
rodeó tus cabellos,
creció dulce en tu pecho,
ardió en tus labios.
Era –no, no era nadie-
apenas un rumor,
un signo pensativo,
una dulce derrota,
la retirada del jazmín,
de tu alegre y dilatada ternura.
Vino un día,
tú mirabas la vida,
estabas sola,
no sabías su nombre.
(Era tan leve su desnuda presencia.)
Y ardió en tus venas su oscura palidez,
su silencio, su noche,
el destino imposible que anega nuestros labios,
cuando lluvia, aire apenas, invadida ternura,
el deseo comienza.
José Angel Valente
en el blog de Antón
1 comentario:
Bonito regalo para este frio domingo de invierno.
Es... precioso!!!
eva
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