viernes, 10 de abril de 2015

El altar


Si yo hiciera para mí un altar
en una esquina de la casa
– visible, claro está –
para poderlo ver
desde la entrada
y al cerrar la puerta;

si estuviera obligada
a colocarme flores,
frutos frescos,
vasos con agua, joyas,
y una que otra seña
de las cosas que quiero;

si yo me viera forzada
– por razones de culto –
a mantenerlo limpio,
asumiendo a la vez
la tarea de hacerlo
un altar envidiable,
una parada obligada
y que los visitantes
mirasen de reojo,
con cierto respeto
y reverencia
ese altar
endiosado
conmigo en el centro;

si yo lo hiciera,
me rendiría el tributo cotidiano,
me pediría cosas imposibles;
si me las concediera,
me daría las gracias
incontables veces
me compraría regalos,
me otorgaría un diezmo,
saldría a buscarme más flores,
más candiles,
no dejaría que nadie
ignorase mi presencia,
mucho menos negarme,
descreerme,
insinuar que no existo,
dudar de mi poder,
olvidarme.

Si yo creyera que existo
que soy
por lo menos una diosa,
viviría en ese altar,
pero saldría
todo el tiempo a pasear
entre los vivos.

Lucy Cristina Chau

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