A veces me visita, se sienta frente a mí
y me mira silenciosa.
Yo esquivo como puedo la punzada de sus ojos,
trasteo con las cosas, hago ruido con ellas,
las cambio de lugar.
Pongo música, la radio, enciendo el televisor,
abro las ventanas, en un intento vano de escapar.
Ella espera paciente, como una madre
el regreso del niño que escapa del baño.
Al final sus ojos son tiernos,
me mira risueña y las manos cruzadas
sobre el halda, se parecen a las mías.
Así que acabo por sentarme
y compartimos el silencio.
A la tristeza no le gusta estar sola.
Begoña Abad
Giarrano
3 comentarios:
¡Me encanta!!!
Un beso, querida Beatriz.
Begoña es maravillosa, sencillamente maravillosa.
(Este poema también estará entre mis favoritos (como el del chicle), y tantos otros.
eva
A la tristeza no le gusta estar sola, a mí tampoco...sólo a veces.
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