SOBRE la alfombra color beige oscuro
se balancea un pie con media negra,
igual que en los sembrados un pájaro de invierno.
La curva delicada del talón
marca, despacio, el ritmo de la música.
Hay un temblor lejano
de niños en tus ojos, y una sombra
velada de inquietud en los cabellos.
La lluvia de una tarde de domingo
a veces se parece a nuestro epílogo.
Suntuosa la tristeza de tus manos
con anillos de plata, ahora indecisas
y en silencio después de las caricias.
En las cornisas, pájaros mojados
son restos de un recuerdo, entre hojarasca,
de la hija lejana, en el camino
de barro y niebla alrededor del lago.
Vence el tiempo al recuerdo, y breves charcos
parecen tu silencio. Anochece:
sólo cuando el destino se ha cumplido
no hay motivos de alarma.
Joan Margarit