digo Milosz, Brodsky, Zagajewski
y sitúo a Auden detrás,
como un Old Master o un árbol
que en el verano ruso
diera sombra a los tres
en una escena digna de Chéjov.
No he olvidado a Eliot
-de hecho, nunca olvido a Eliot-:
él es el pensamiento poético
del siglo -una mente atrapada
en ámbar- y sin él ninguno
de esos nombres sería
lo que es. Pero he dicho
el siglo XX y en él no hay Bach.
Shostakovich ocuparía su lugar
acorde con la niebla
que se apodera del mundo
cuando es Dolor quien reina,
déspota y cruel
como sólo lo es
el fruto oscuro del hombre.
Y el siglo XX es Dolor
y en él y contra él
sólo la poesía deja su testimonio.
Aquí Eliot sería un poeta
de gabinete -un teórico
de salón y eso que tampoco olvido
The Waste Land- y si vuelvo a decir
los nombres -Auden, Milosz,
Brodsky y Zagajewski-,
si vuelvo a decir Shostakóvich
en vez de Bach, sólo otro nombre
destaca por encima de los demás
y a los demás nutre como la tierra
y es una mujer. Digo Ajmátova,
Anna, y su Réquiem
y después he de callar.
Todos hemos de callar,
antes incluso de que lo hiciera Celan.
En ella está el gran silencio
-comparable al silencio de Dios-
que nos habla como sólo la poesía
sabe y puede hablar.
En ella está el espíritu
de Tsvietáieva y de Mandelstam,
como está la voz silenciada
de todos y cada uno de los hombres
que forman el Dolor que fue
el siglo XX. '¿Puede usted
describir este horror?'
Y yo le dije: 'sí, puedo hacerlo'
El resto son lugares:
la calle Fontanka, en Leningrado,
Tashkent, Komarovo,
Tsárkoie Seló, ya sin eco alguno
de Chéjov: sólo el vacío.
José Carlos Llop
Pintura: Isabel Guerra
Pintura: Isabel Guerra
2 comentarios:
Lo encontré cuando leí "La tentación del geómetra".
¡Me encanta!
Un beso, Beatriz.
Feliz fin de semana.
Interesante poema, gracias Beatriz.
eva
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