Si un día vengo y no me oyes,
y te hablo al oído y no me ves,
apaga las luces e imagina
el tierno corazón de algún niño
que se ha perdido en un bosque.
Si aún así te cuesta imaginarme,
piensa en las formas que adopta el deseo
para hacer perder a un hombre su vida
en los pormenores de la búsqueda,
e intenta creer que estoy ahí.
Cuando logres ver mi rostro entre la niebla,
trata de tocarlo para ver si es real,
y si aún así no lo consigues, no lo alejes
del borde inexacto del recuerdo, ni lo arrojes
a los acantilados ocres de la oscuridad.
Saber quién soy no es lo que importa.
Lo que mata de la sed no es el sentirla:
lo que acaba matando es no sentir la sed.
Alfonso Brezmes
4 comentarios:
Precioso Beatriz. Los dos últimos versos, tan certeros, que son como un compendio o resumen de todo el poema. Me ha encantado.
eva
Qué maravilla de poema.
Gracias.
Un beso, querida Beatriz.
Con tu permiso lo voy a compartir, me encanta este poeta. Besos
Es sin duda hermoso. Bravo Brezmes.
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