Llegó al cuarto entre asustada y no.
Su piel había memorizado calles
para que yo esta noche las caminase todas.
Llegó invadida de cebolla y pena,
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas.
Llegó cansada de saludos breves,
preguntarse por qué a tanto silencio.
Necesitaba,
que esta noche
sus hombros arrimen a otro puerto,
sus manos algo lejos del filo de la escoba,
su pelo rojo en otra almohada.
Entonces comprendí,
que la mujer del prójimo
es ajena,
incluso para él.
Jorge Boccanera
Giarrano
2 comentarios:
Sobre todo para él.
Qué estupenda visión de realidad.
Tú lo has dicho,Ana!
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