que a veces
el dolor
acobarda
relumbra
como el rastro
de una babosa
acomete un recorrido
interminable
igual a un dedo
que se hunde
en los agujeros de las letras.
Un dedo
omnímodo
que vaya a saber
en busca de qué espesor
destroza los espejos
y da vueltas
y vueltas
y vueltas
rumiando un vals tedioso
que ensordece.
Quise decírtelo
pero no pude
aquellos
eran días felices.
María Lanese
1 comentario:
Gracias, Beatriz.
Abrazos
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