al principio, de niña ,
venían disfrazados con las ropas solemnes
y los zapatos nuevos, camino de misa.
El domingo estorbaba para pisar los charcos,
para subir a un árbol, para sorber la sopa.
Era como un inoportuno visitante
al que enseñar de pronto
que se comprenden los códigos
que más tarde vendrían:
el gracias, por favor, siéntate recta,
estate calladita, no estropees las medias,
no te muerdas las uñas, saluda a la visita.
Había un enorme reloj en el salón
con un tic tac tedioso, las horas no avanzaban,
las horas se morían de puro aburrimiento
mientras la vida
esperaba en los charcos o en la copa de un árbol
a que pasara el día.
Silvia Ugidos
Holsoe
4 comentarios:
No estamos solos..
Ya lo creo que no...
Maravillosos momentos se viven en la niñez, cuando nos conectamos con la naturaleza.
Lindo blog.
Asi, tal cual.
eva
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