Me enternece la orfandad de los taxis,
como relojes parados en días de lluvia
y los frágiles tallos de las margaritas,
ajenos al zumbido incesante
de las hachas en la selva.
Pienso en los paraguas perdidos,
en la segunda vida de las cosas rotas
o en esos guantes desparejados
conservando caricias para nadie,
tan parecidos a islas solitarias
cuando se han ido los turistas y la luz
dibuja una telaraña en el aire
que parece siempre a punto de romperse.
A veces creo escuchar a mi hermano
que me saluda desde un día perdido
en el turbio manglar de la memoria,
y me parece oír ancianos glaciares
fundiéndose a kilómetros de aquí.
Tengo quemaduras en los dedos.
Es la belleza, estúpido -me digo-.
Y lloro.
Alfonso Brezmes
1 comentario:
Otro gran poeta.
Gracias, Beatriz
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