llega un suave y tembloroso vaivén,
una palpitación de flor que entra en el corazón.
Son nombres y primaveras idas,
y manos que apenas se tocaron
y altaneros ojos de piedra amarilla
y trenzas perdidas en el tiempo:
la juventud que golpea con sus recuerdos
y sus más arrobador aroma.
Es el perfume de las madreselvas,
son los primeros besos de la primavera.
Neruda
Madreselva: con tu permiso Elvira