Llega el invierno.
Espléndido dictado me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve, una espaciosa mano,
una pradera, un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño
a establecer la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera sus alas
en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.
Espléndido dictado me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve, una espaciosa mano,
una pradera, un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño
a establecer la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera sus alas
en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.
Neruda
Pintura: Paolo Domeniconi
6 comentarios:
Podría pasar inviernos completos Leyéndole, leyéndole, leyéndole...
¿Afuera invierno? ¡Cierra bien puertas y ventanas, mientras tanto, que ya se oye cómo empuja a lo lejos la primavera!
Bien a lo lejos Ana, jaajaja, yo ahora escucho como empuja el viento.
Creo que Ana escucha la primavera en su alma de poeta. Acá el invierno se ha instalado y gana terreno con mucha fuerza
Un cálido abrazo!
Sí Clarissa, tienes razón, así es Ana, tiene un alma bella de artista.
Un abrazo para las dos.
Este invierno sin sol que estamos pasando los sureños!!!!!!!
Desde mayo los días de sol han sido contados en BUENOS AIRES.
Y cuando se lo logra ver ,enseguida desaparece.
SIN EMBARGO Y A PESAR DE TODO EL ESTA.
A veces pienso cuantas civilizaciones han divinizado el sol y en realidad su razón tenían ya que ES LA RAZON FISICA DE NUESTRA VIDA FISICA.
Hoy llegaron las cenizas que dieron la vuelta al mundo, dejaron blancos los autos y el sol desapareció.
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