Al canto se le había sumado
el suave crujido de las hojas.
el suave crujido de las hojas.
No crujían solo por el viento.
Tin Win comprendió que ellas,
del mismo modo que las voces humanas,
tenían su propio acento,
y que en el caso de los crujidos
y que en el caso de los crujidos
puede hablarse también de matices,
como con los colores.
como con los colores.
Oyó ramas delgadas que se frotaban
unas con otras,
unas con otras,
y hojas que se acariciaban.
Oyó el follaje que caía a sus pies
y se dio cuenta de que ninguna hoja
se parecía a las otras,
se parecía a las otras,
ni siquiera al planear por el aire.
Las oyó zumbar y rezongar,
sisear y silbar,
susurrar y murmurar.
susurrar y murmurar.
Tuvo un presentimiento inaudito.
¿Existía un mundo paralelo
al de las formas y los colores,
al de las formas y los colores,
un mundo de voces y sonidos,
de ruidos y tonos?
de ruidos y tonos?
¿Un mundo oculto a los sentidos,
que nos rodea sin darnos cuenta
que nos rodea sin darnos cuenta
y que resulta aún más emocionante y misterioso
que el mundo de los que pueden ver?
Había descubierto el don del oído.
Jan Philipp Sendker
Pintura:Jean Nelson
2 comentarios:
Qué precioso texto y una imagen que también "habla".
Pero saber escuchar es un don divino. Generalmente estamos más preocupados de que se nos escuche. Incluso, en la conversación cotidiana mientras alguien habla, estamos más preocupados de escuchar nuestro propio diálogo interno.
Escuchar las "voces" de la naturaleza es un regalo para el alma.
Un abrazo amiga. Gracias por lo que compartes a diario.
Gracias Clarissa, en verdad es un hermoso texto.
Saber escuchar, todo un desafío...y un arte.
Un abrazo, amiga.
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