Cierra tu dormitorio.
Baja las persianas.
Métete en la cama.
Toma la posición
lateral del universo.
Dobla las rodillas
hasta el enlace umbilical.
Clava la barbilla
en el origen de tus pechos.
Cúbrete el rostro
con los antebrazos.
Y, ahora, repite despacio
un susurro como un mantra:
no existe la poesía,
no existe la poesía,
no existe la poesía…
Solo existen las sombras.
Solo los verbos hambrientos.
Solo las palabras rotas.
Solo existe el silencio.
Amelia Diaz Benlliure
Gracias Javier.