Que no escuches otra voz
distinta de la mía- dijiste
soplando el primer fósforo-.
Que nada digas que me hiera
fue tu segundo deseo - y la oscuridad
nos iba envolviendo poco a poco-.
Que no acabe este sueño,
-susurraste, soplando por última vez-.
Y todo desapareció.
Y nos encontramos de pronto
en medio de la noche.
Sordos mudos y ciegos.
Alfonso Brezmes
2 comentarios:
Qué sería de la poesía sin las relaciones tóxicas :)
Claro, uno inicia una vida con alguien porque ama a esa persona y es capaz de hacerla feliz, muy feliz. Gracias a ese amor que yo prodigo me ama y me hace feliz.
Buen poema.
Hasta pronto.
Publicar un comentario