-años que pasan por la vida de puntillas-
y el errático paso de los números primos.
Tengo la caligrafía de un niño expulsado
que ha aprendido a escribir fuera del aula
observando el vuelo de las aves que retornan.
No conozco el descanso; mi patria es otra siempre
y no soy capaz de ver lo que tengo más cerca.
Yo no estoy, yo voy,
y ese es mi estar en el mundo.
Como esas plantas que crecen hacia abajo,
para poder echar raíces en el aire.
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