Vienes, desde tan lejos, a mis ojos
y los ciegas de llanto.
Ciegos también tus ojos y los míos
bajo aquel aguacero de la noche
primera, palpándonos los rostros
para encontrar los labios y bebernos.
La lluvia generosa que caía
inundó de alegría la pobreza
de un domingo cualquiera,
que ya es único y nuestro,
y nos hizo sentirnos inmortales
(no puede ser humana tanta dicha),
anegados en besos, agua y risas.
¡Ay, amante de lluvia y alegría,
detenido para siempre en la noche que te amé!
Tan ido como el viento codicioso
que robaba los oros
a los dormidos árboles
y empujaba tu cuerpo contra el mío,
me vienes a la mente, de improviso,
volando la hojarasca
que otoño tras otoño te ocultaba.
Y la plaza sonora de la boca,
convertida en un pozo de silencios
donde oxidadas yacen las palabras
con su vaho levísimo de escombros,
se me llena de aquel urgente jugo
donde saltaban vivos, como peces, los besos.
Perdido y sin retorno, amor,
y yo ya acostumbrada a tanta ausencia,
de repente me vienes como un rayo
directo al corazón, reseco de cenizas,
y sangra la amapola disecada.
Tan lejos y tan ido, en un instante
te haces dueño de mí, lunar e intacta,
sólo con ver tu foto en los diarios..
Elvira Daudet
1 comentario:
¡Qué tendrá la lluvia?
Besosss
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