domingo, 9 de diciembre de 2018

Amante de lluvia


Vienes, desde tan lejos, a mis ojos 

y los ciegas de llanto.

Ciegos también tus ojos y los míos

bajo aquel aguacero de la noche

primera, palpándonos los rostros

para encontrar los labios y bebernos.

La lluvia generosa que caía

inundó de alegría la pobreza

de un domingo cualquiera,

que ya es único y nuestro,

y nos hizo sentirnos inmortales

(no puede ser humana tanta dicha),

anegados en besos, agua y risas.



¡Ay, amante de lluvia y alegría,

detenido para siempre en la noche que te amé!

Tan ido como el viento codicioso

que robaba los oros

a los dormidos árboles

y empujaba tu cuerpo contra el mío,

me vienes a la mente, de improviso,

volando la hojarasca

que otoño tras otoño te ocultaba.

Y la plaza sonora de la boca,

convertida en un pozo de silencios

donde oxidadas yacen las palabras

con su vaho levísimo de escombros,

se me llena de aquel urgente jugo

donde saltaban vivos, como peces, los besos.



Perdido y sin retorno, amor,

y yo ya acostumbrada a tanta ausencia,

de repente me vienes como un rayo

directo al corazón, reseco de cenizas,

y sangra la amapola disecada.

Tan lejos y tan ido, en un instante

te haces dueño de mí, lunar e intacta,

sólo con ver tu foto en los diarios..

Elvira Daudet


1 comentario:

Maite dijo...

¡Qué tendrá la lluvia?
Besosss

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