sábado, 30 de junio de 2018

Fue



Quise decirte
que a veces
el dolor
acobarda
relumbra
como el rastro
de una babosa
acomete un recorrido
interminable
igual a un dedo
que se hunde
en los agujeros de las letras.
Un dedo
omnímodo
que vaya a saber
en busca de qué espesor
destroza los espejos
y da vueltas
y vueltas
y vueltas
rumiando un vals tedioso
que ensordece.
Quise decírtelo
pero no pude
aquellos
eran días felices.
María Lanese

viernes, 29 de junio de 2018

Mr. Cohen



El otoño siempre es igual. Deshoja de nuestra memoria una estrella, un blues, un viejo amigo del que aprendimos cosas de la vida y del alcohol. 
Ha sucedido con Leonard Cohen, crooner del folk y trovador de traje americano, con voz carnosa entre sombras de noche y olas del amanecer, poniéndole cuerdas de nylon a la poesía del tiempo, del amor, del sexo, de las cicatrices, de Lorca, de cualquier historia del camino en el que la vida se baila o se silba cuerpo a cuerpo.
De cada una nos contó con un swing de elegante tristeza descreída y una penumbra de seducción azul.
Al igual que un caballero de un libro pasado de moda, como un pájaro en un cable, como ese viajero que se despide Borgart con un beso en blanco y negro, nos enseñó a ir al río de la mano de Suzanne a comer naranjas,
a despedirnos hasta luego del amor,
a ser partisanos en cualquier batalla que nos afecte como imperfectos seres humanos.
A intentar ser libres a nuestra manera,
y a estar preparados para morir con la dignidad de un brindis.
Suficiente para sentir que te vas Príncipe,
que al otro lado del puente, con la maleta de tu guitarra en una mano, nos saludas con el sombrero en alto
y nos susurras una vez más
que nada ni nadie nos congele el corazón.
Hallelujah Mr. Cohen.


Guillermo Busutil

jueves, 28 de junio de 2018

Memoir 43



Suenan las sábanas.
Cuando algo termina los objetos siempre tiene algo que contar.
Quizás  sea una verdad que se lleve el verano  que ahora parece acompañarnos
o tal vez que no somos niños dentro de esta cama
aunque tengamos dudas y nos huela la carne como jamás pensamos que olería.
Nos arropamos como si nuestro frío fuese contrario al del invierno.
No hay deseo que pueda salvarnos,
ni quietud que redima lo que ya es imposible.
Todo son esquinas en las que detenerse,
pequeños hogares donde se quedarán prendidas las mentiras.


Sonia Fides
Giarrano

miércoles, 27 de junio de 2018

Chair qui brule




Debajo de cada cuerpo

hay un infierno.

Carne que se quema

y cae derretida

sin que nadie controle

su siguiente destino.


Sonia Fides
Annick B
ouvattier

martes, 26 de junio de 2018

Fiebre




Durante las tardes perdidas de la infancia

en la frágil escala del mercurio aprendí
esta extraña fascinación por lo intangible
y que la temperatura de mi vida
habría de medirla en adelante
más que por su ardiente realidad
por la persistencia dolorosa de sus sueños.




Alfonso Brezmes

Jim Daly

lunes, 25 de junio de 2018

La vida...



Dulce y terrible
esa milonga-
        la vida.

Juan Camilo Tobón
Hamish Blakely

domingo, 24 de junio de 2018

Nunca pensé




Nunca pensé que sería tan bello dejarme ir. 

Tampoco imaginé que dolería tanto. 

Pero la brisa continúa merodeando los molinos

y la belleza rinde aún las voluntades a su paso.
Lo demás. Todo. Una ficción que hila imposibles.
El mar, la sierra, la distancia,
este jardín.


Marialuz Albuja Bayas
Astrup

sábado, 23 de junio de 2018

Vidas...



Vidas mal escritas:
la belleza persiste
como un tatuaje.
TRANSTRÖMER.

jueves, 21 de junio de 2018

Bodas de oro



Seguro que una vez fueron distintos,
fuego y agua, se distinguían violentamente,
se robaban y obsequiaban
en el deseo, en el asalto a la no semejanza.
Abrazados, se apropiaron y expropiaron
tanto tiempo
que en sus brazos sólo quedó un aire
transparente, después de que volaran los relámpagos.
Un día, la respuesta llegó antes que la pregunta.
Una noche, adivinaron la expresión de sus ojos
por el tipo de silencio, en la oscuridad.
El sexo se difumina, los secretos se marchitan,
las diferencias se encuentran en las semejanzas
como en el blanco todos los colores.
¿Cuál de ellos es doble y quién falta aquí?
¿Quién sonríe con dos sonrisas?
¿La voz de quién suena a dos voces?
¿En qué sentimiento se inclinan las cabezas?
¿De quién es el gesto que lleva las cucharas a la boca?
¿Quién le arrancó la piel a quién aquí?
¿Quién vive aquí y quién ha muerto
enredado en las líneas de la mano de quién?
Lentamente, de mirar fijamente nacen gemelos.
La familiaridad es la mejor de las madres:
no favorece a ninguno de sus hijos
y apenas si recuerda quién es quién.
En sus bodas de oro, en ese día solemne,
una paloma, vista idénticamente, se posó en la ventana.

Wisława Szymborska
Hockney

martes, 19 de junio de 2018

A la mujer del prójimo



Llegó al cuarto entre asustada y no. 
Su piel había memorizado calles
 para que yo esta noche las caminase todas.
 Llegó invadida de cebolla y pena, 
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas. 
Llegó cansada de saludos breves,
 preguntarse por qué a tanto silencio.
 Necesitaba, que esta noche 
sus hombros arrimen a otro puerto, 
sus manos algo lejos del filo de la escoba, 
su pelo rojo en otra almohada.
 Entonces comprendí, 
que la mujer del prójimo 
es ajena, incluso para él.


Jorge Boccanera
Giarrano

lunes, 18 de junio de 2018

Hay días...



Hay días de retumbante silencio.

Esos son los mejores días.

Días en que Dios

iza la oscuridad
a media asta.


Sergio Antonio Chiappe
Neal Driver

domingo, 17 de junio de 2018

La patria del tiempo




Hubo un tiempo donde todo fue bello.

Un tiempo sin violines

ni noches de satén bajo la luna,

¿quién los necesitaba? El tiempo aquel

tampoco tuvo tardes incendiadas

por el radiante sol del mes de mayo:

todo era lluvia y frío en la ancha ciudad,

cegada por el brillo de los astros celestes 

de tu cuerpo y el mío,

y sólo la inocencia fue mi dote,

pero todas las noches fueron fiesta

y el nardo del amor las perfumaba.



A las seis, 

con el cepo del sueño mordiéndonos los ojos,

había que dejar, a toda prisa,

la chambre de L`Avenir -¡qué porvenir tan corto!-

que el bueno de Fernando nos permitía usar, 

arriesgando su empleo de portero de noche.

Antes de irnos -que se lo premie Dios-,

nos servía dos cafés muy cargados

con mermelada amarga de naranja 

y mucha mantequilla contra el frío.



A partir de ese instante,

París con sus tesoros era nuestro.

¡Que raro privilegio, siendo los dos tan pobres,

poseer la belleza de aquel reino nocturno!

Lloraban las farolas su muerte cotidiana

y se desmelenaban los bucles amarillos,

antes de suicidarse en las aguas del Sena

cuando la luz enferma saliera para todos.

De improviso, delante de la gente

que andaba presurosa hacia el trabajo,

la lluvia sin pudor me desnudaba

y lamía mis pechos de novicia.



¡ Ah, tiempo de la revelación de la existencia,

donde estaba aún presente la esperanza!

Cuando era un gozo el ver amanecer,

la salvaje caricia de la lluvia,

dormir en cama ajena, 

encontrar los trabajos más absurdos. 

Y París una hermosa burbuja tuya y mía, 

el verdadero hogar:

la libertad. 

Ya no tengo otra patria que aquel tiempo,

ni más deseo que la sed de volver

al agua milagrosa que contenía la vida.

Sólo un momento, ya gastado, pido

para volver al mundo que cabía 

en la corta distancia

que había entre tus ojos y los míos,

donde todo era justo, hermoso, deseable.



Quién pudiera soñar toda una noche,

antes, ay, de que el último buitre me devore,

que regreso a la patria adolescente,

a ser la que fui un día, alegre y pobre,

en aquel paraíso improvisado.

Bastaría un instante, ¡la dicha fue tan breve!

Elvira Daudet

sábado, 16 de junio de 2018

Ella



Viene despacio,
entra
tropieza con mi tos,
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parte.
Viene despacio,
ordena mis silencios,
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos.
Viene despacio,
a tender sus manteles de ternura.
Viene despacio,
apenas echa humo para no despertarme.
Se abre paso entre vasos arrojados al día,
retratos de mujeres,
noches de bronca y noches de ginebra.
Viene despacio,
entra,
se arrodilla al borde de mi alma
a juntar los fragmentos de mi risa.
Después se vuela azul como la tarde

Jorge Boccanera
Giarrano

jueves, 14 de junio de 2018

Llega con la lluvia...




Es una clase de alma

Que te llega con la lluvia
Tormenta despierta corazones
Insomne vas a la cocina
A buscar cosas que remeden
la cama vacía y sin hacer
la pena 
la rabia de saber 
que no has amado a nadie
Nunca


Bruno Noir

miércoles, 13 de junio de 2018

Autorretrato




Me llamo Soledad y estoy soltera,

quiero decir 


que voy sola al abogado, al médico

y consumo mi vida 

de ventanilla en ventanilla,

en esa lenta droga llamada burocracia.

Tengo dos hijos 

a los que educo para hombres,

en la medida que una mujer 

puede hacer hombres.

Tengo ventiséis años

y, a veces, enfermo de ternura.

Estoy tan sola, 

que alguna vez, me paro ante el espejo

y me sonrío.

Otras veces, para no enloquecer, 

me coloco las pestañas postizas,

los lunares,

me encajo la sonrisa

y ensayo

el pequeño suicidio del diálogo.

Todas las madrugadas

recibo la visita de un extraño

-siempre el mismo-

al que caliento la cama hace ocho años.

Solo por esto me mantiene. 

Elvira Daudet
Giarrano

martes, 12 de junio de 2018

Nunca...




Nunca froté mis ojos
con el paisaje de los tuyos,
ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca
para que no doliesen las preguntas,
ni siquiera me llamo como dices, pero
puedes quedarte,
hay un poco de sopa, algo de vino.
Afuera está lloviendo en otro idioma.


Jorge Boccanera
Foto:Laura Makabrescu

lunes, 11 de junio de 2018

Epílogo




Entonces Borges dormía con los ojos abiertos

y alimentaba su melancolía respirando la noche.
Era verano en el Hemisferio Sur,
él soñaba con el frío de Ginebra
o con la humedad implacable de Dakar.
Era verano en Buenos Aires
y el mundo le parecía un Atlas propio
donde podía dibujar sus viejas pasiones y sus viajes.
Sus dedos pasaban
lentamente
sobre los mapas,
se detenían en un lugar señalado en rojo,
una punzada,
un río de palabras y de imágenes,
el hombre ciego recordaba,
hurgaba en su memoria el tiempo,
deshacía una a una las páginas escritas de su vida.



Fernando Sarria
Ginebra, 2015
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