Para probar que aun más que a mí misma la amo,
A la mujer que quiero le ofreceré mis ojos.
Le diré en tono tierno, jubiloso y humilde:
-He aquí, amada mía, la ofrenda de mis ojos.
Te entregaré mis ojos que tantas cosas vieron.
Tantísimos crepúsculos, tanto mar, tantas rosas.
Estos ojos -los míos- se posaron antaño
En el altar terrible de la remota Eleusis,
En la belleza sacra y pagana de Sevilla,
En la Arabia indolente y en sus mil caravanas.
Vi Granada, cautiva vana de sus grandezas
Muertas entre cantares y perfumes muy densos.
La pálida Venecia, Dogaresa muriente,
Y Florencia que fuera la maestra de Dante.
La Hélade y sus ecos de un llanto de siringa
Y Egipto acurrucado frente a la gran Esfinge.
Junto a las olas sordas que sosiega la noche
Vi tupidos vergeles, orgullo en Mitilene.
He visto islas de oro en templos perfumados,
Y ese Yeddo y sus frágiles voces de japonesas.
Al azar de los climas, las corrientes, las zonas
Incluso vi la China y sus rostros amarillos.
He visto islas de oro donde el aire se endulza
Y sagrados estanques en los templos hindúes,
Templos donde perduran inútiles saberes...
¡Te regalo, mi Amada, todo lo que he mirado!
Y regreso trayéndote cielos grises y alegres,
A ti que te amo tanto, la ofrenda de mis ojos.
Pintura:Ennio Montariello
Renee Vivien (gracias Carmensabes)