La exuberancia del mundo
nos deja a menudo impotentes,
no somos capaces
de distinguir
más que fragmentos sueltos,
pequeños jirones.
Lo mismo
ocurre
cuando nos detenemos ante un lienzo,
ante un cuadro exhibido en
un museo:
tenemos que retroceder varios pasos
para abarcarlo entero.
La
soledad son precisamente
estos escasos pasos de distancia.
Existen dos
riquezas,
dos fuerzas muy semejantes,
aunque del todo distintas.
Una es
inmanente al mundo
y al hombre que actúa,
lucha y ama.
Su creador es
Dios.
La otra se expresa mediante pinturas,
libros, música o películas,
y
es un eco de la primera.
Su creador es el hombre.
La soledad es la zona
de silencio
que hay entre estos dos bullicios
Zagajewski
Pintura: A. Nedzvetckaya
4 comentarios:
Esos dos bullicios son maravillosos. Y a los que nos gusta el arte se nos ha dado el privilegio de pertenecer a ambos!
Esa zona de silencio también me gusta.
Beatriz:
Hermoso y sugerente cuadro. En sí mismo un poema que acaricia levemente la mirada. La teología del poema nos recuerda que Dios es trascendente y no inmanente. Es decir, el hombre debe construir la historia más allá de su fantasía. Ahí están los árboles, en el silencio del invierno; pero la luz, la luz está en el cuadro del cuadro.
Hermosa entrada.
Te felicito.
Un saludo muy cordial,
Cecilio
Gracias Cecilio, ha sido un gran descubrimiento la poesía y la prosa de Zagajewski.
Un saludo
Beatriz
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