Pintura: Barbara Groff
martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
El último de la clase
El último orejón del tarro
El que nadie nota cuando se va
El cuatro de copas
El bueno para nada
El callado
El último de la clase...
él también se puede enamorar.
"y el que ató un pez globo venenoso en su muñeca
y emergió majestuoso
medio muerto, medio eterno
y rió."
Marcelo Suárez de Luna
Pintura: Fabián Pérez
domingo, 29 de mayo de 2011
La nostalgia
sábado, 28 de mayo de 2011
Veo...
preparas nuestro café
mientras la casa se llena de pelusas de sol.
Y si me faltaras?
Y si no estuvieras aquí tan quieta en la noche?
Veo tu espalda
y se me cae una palabra
y mi silencio es ahora una forma de reír;
quiero que te llegue, tuyo, mi silencio
y que te cave y te perturbe
y entonces sonría tuyo tímidamente,
te vuelva las carnes del revés,
para la lluvia y la ceniza,
para fuego y sombra,
para tu alma de tierra
todas las palabras que no digo,
las que se lleva tu espalda
como el trigo innumerable,
las que se lleva tu espalda innumerable
como el trigo y la lluvia.
Y si me faltaras
yo estaría ahí preparando el café
en la casa muda, en la mañana sola
y mi vida no tendría sentido
y el café se enfriaría
y mis almohadas aullarían
como los senos, solitarias.
Pero veo tu espalda,
preparas nuestro café,
estás ahí y no digo nada.
Amanece.
Eugenio Cónchez acá
Pintura: Anna Ancher
viernes, 27 de mayo de 2011
Solo de trompeta
como los cuatro vientos
y los cuatro caminos.
Es una encrucijada
de verdades oscuras
y de mentiras locas,
y de aquí parten,
para encontrarse nunca,
senderos que van a las estrellas
y a las callejas turbias.
La soledad es un hombre con un abrigo negro
que pide copas en un bar,
sorbiéndose,
deprisa o lentamente,
hasta que se van todos,
que no son para él
más que sombras translúcidas
a través de las cuales
mira sus propios sueños.
La soledad
es un espejo opaco
al que llamamos cuerpo
que puede hacerse añicos
por el golpe de fuerza
de un dolor invisible
sin que nadie lo note.
La soledad
es un monstruo de millones de caras
que con indiferencia nos persigue
en su enorme sustancia
amorfa y violenta:
cuando lo vemos cerca,
casi gemelo
de nuestro propio rostro,
sentimos el vacío
de la mirada colectiva
y cerramos los ojos.
La soledad
es un niño
que teme y necesita
y mira desde abajo,
al hombre incomprensible.
Lo mismo que nosotros
desde la vida
a Dios.
Beatriz Villacañas
Pintura: Tae Park
jueves, 26 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
Relectura
La relectura implica una dosis, pequeña o grande, de nostalgia. Los escritores y los lectores avezados sugieren que al releer un libro, un ensayo o un poema, el mensaje cala distinto. Entra por otras partes y toca sitios desconocidos. Tienen razón: el texto es el mismo, pero quien lee ha cambiado; quien lee bajo la luz (o la oscuridad) de otro tiempo, escruta diferente.
El paso de los años modifica a la persona. La mirada y el sitio de lectura son otros, son distintos. A través de los resquicios del tiempo la nostalgia se filtra y transforma la experiencia de la lectura. No la hace más viva ni mejor. La integra a la vida. Testigos mudos de las diferencias entre lectura y relectura son los libros subrayados o que llevan notas al margen. Las palabras y las ideas no se modifican; cambian el acento de la mirada, los tonos de los lápices y la profundidad de la nostalgia.
Pintura:Ирина Гриненко
martes, 24 de mayo de 2011
lunes, 23 de mayo de 2011
Puerto Consuelo
Tenía 15 años,
Iba a la escuela
Y ni siquiera imaginaba
cómo sería la vida.
Abrí mis alas cuando sentí
el impulso de volar,
pero no sabía volar.
Eso se sabe, sólo se está
de vuelta en el suelo
y para entonces uno,
ya dejó de ser el mismo.
Veinte años han pasado
en cuestión de horas para mí.
Mis treinta y cinco años
no son una enumeración de días y meses
sino de sucesos,
de intentos de vuelo,
y del resultado final,
que es
éste.
Viviré hasta los setenta años,
quiero tener nietos,
acompañar a mis hijas
en sus alegrías, sus decisiones,
sus dolores,
tomar sus manos en la sala de parto,
cuando la historia se repita
y yo ofrezca cualquier cosa
con tal de aliviarles el dolor de parir.
Quiero decirles después,
que lo hicieron bien,
que son valientes
que sus hijos son hermosos.
Quiero mi casita en Puerto Consuelo
con una ventana grande
que apunte a los canales.
Sentir el olor de la madera
de la mesa
donde cada mañana tomaré mi café,
alimentar a mis gallinas
a eso de las diez
y llevar a mis nietos a la quinta
a cortar lechugas
para el almuerzo.
Quiero contarles historias
que nunca puedan comprobar.
Quiero ser la abuela mágica
que los lleve a volar
sobre la pampa y los cerros
y les cuente cuantos lunares
tenían en el cuerpo sus madres,
repetirles una y otra vez,
lo inteligentes y hermosas que son.
Quiero estar.
Quiero,
en mis próximos treinta y cinco años
no volver a llorar,
a menos que sea
porque el color del paisaje me desborda
y me llena cada poro de la piel,
cada pluma del alma.
Quiero ubicar en otro lugar
de mi escala
la importancia de la Palabra,
respetarla más.
Hasta ahora la he usado
como un salvavidas,
quiero que ella me lleve
a recorrer el mundo,
quiero entregarme a su poder
rendirme a mí destino.
Quiero morir de vieja
en una cama tibia,
sola,
porque en este caso
es lo que corresponde
tranquila.
Quiero dejar mi casa ordenada
y mi ropa lista
mi trenza desarmada.
Mis libros, mis flores,
mis plumas, mis caracoles,
cada uno en su lugar
como si yo amaneciera
al día siguiente.
Sé que aquel que me encuentre
Será quien me ha querido
Lo suficiente,
Como para no llorar.
Hará lo que tiene que hacer.
Y me iré de este mundo
tal como llegué,
como quien cruza un puente
que en mi caso
estaba un poco roto,
y mis hijas no sufrirán
porque su bienestar
será superior a mi ausencia
y mis nietos no sabrán de mi muerte
porque seguirán viéndome en todas partes
todo el tiempo.
Quiero que mis nietos
También aprendan
Que los abuelos nunca mueren.
Y por sobre todo, quiero
en ese minuto crucial
de traspaso de vidas,
realizar el último vuelo
perfecto y sin dolor,
comparar mi conciencia
a la conciencia de los cerros,
y saber que me recibieron,
me enseñaron
y me despidieron,
como se despide a los guerreros
que saben
cual es el lugar correcto
para el descanso final.
Marcela Muñoz Molina aquí
Foto: Flamencos en Natales 2001.
Todos los derechos reservados por matvi
domingo, 22 de mayo de 2011
Ante notario
que sea la poesía,
a pesar de sus días de
tristeza,
como una ventana azotada
por la lluvia de invierno.
Si alguien me ha de llevar,
que sea la de siempre,
sin tomar en cuenta
que camina
con las manos amarradas
rendida, pero iluminada.
Si alguien me ha de llevar
que no sea otra,
que un pedazo de mi misma
que no rompa mi círculo,
si al final este camino
tiene una sola orilla.
Si han de llevarme
que sea rumbo al sol,
laberinto de por medio
túnel y tumba
tormenta y oscuridad
y que sea la poesía quien lo haga
madre y verdugo
de mi historia predecible
desde la primera lágrima.
Que sea ella y no otro
ni otra
porque a nadie más pertenezco
y nada más me pertenece
con tanto derecho y tanta claridad.
Que sea ella la que cargue
con mis huesos
como yo he cargado
con su voz en mis oídos,
su movimiento en mis dedos
sus palabras en mi boca.
Que cumpla con su parte del trabajo
que me lleve
donde me tiene que llevar.
Marcela Muñoz Molina de su libro Puerto Consuelo aquí
Pintura: David Hettinger
sábado, 21 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
Temor
jueves, 19 de mayo de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
lunes, 16 de mayo de 2011
Viejo tapiz
todos entretejían
sin saberlo
- a veces sonreían -
los hilos de tristeza
que formaba la trama de la vida
(inconsistente tela, pero
qué estambre terco, la esperanza).
Unas hebras
de amor doraban
un extremo de aquel tapiz sombrío
en el que yo era un niño que corría
no sé de qué o hacia dónde,
tal vez hacia el espacio luminoso
que urdían incansables
las obstinadas manos amorosas.
Nunca llegué a esa luz.
Cuando iba a alcanzarla,
el tiempo, más veloz,
ya la había apagado con su pátina.
Angel González
Pintura: Joan Llimona. Tornat del tros, 1896
domingo, 15 de mayo de 2011
Spinoza
Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.
Borges
sábado, 14 de mayo de 2011
Tú
un solo hombre ha muerto en la tierra.
Afirmar lo contrario es mera estadística,
es una adición imposible.
No menos imposible que sumar el olor de la lluvia
y el sueño que anteanoche soñaste.
Ese hombre es Ulises, Abel, Caín,
el primer hombre que ordenó las constelaciones,
el hombre que erigió la primer pirámide,
el hombre que escribió los hexagramas del Libro de los Cambios,
el forjador que grabó runas en la espada de Hengist,
el arquero Einar Tamberskelver, Luis de León,
el librero que engendró a Samuel Johnson,
el jardinero de Voltaire,
Darwin en la proa del Beagle,
un judío en la cámara letal,
con el tiempo, tú y yo.
Un solo hombre ha muerto en Ilión,
en el Metauro, en Hastings, en Austerlitz,
en Trafalgar, en Gettysburg.
Un solo hombre ha muerto en los hospitales,
en barcos, en la ardua soledad,
en la alcoba del hábito y del amor.
Un solo hombre ha mirado la vasta aurora.
Un solo hombre ha sentido en el paladar
la frescura del agua, el sabor de las frutas y de la carne.
Hablo del único, del uno, del que siempre está solo.
Pintura: Charnine
viernes, 13 de mayo de 2011
jueves, 12 de mayo de 2011
Ventana
miércoles, 11 de mayo de 2011
Oí
martes, 10 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
Nada vuelve
domingo, 8 de mayo de 2011
Madre
florecen en medio de la carretera,
un blanco encaje contra el verde
exuberante y jubiloso de la nueva hierba
y el negro polvoriento y marchito
de las cunetas requemadas.
Los árboles no tienen hojas todavía,
sólo las delicadas flores con pétalos de estrellas,
dulces con sus perfumes eternos.
Hoy hace un mes que te fuiste
y te has perdido tres lluvias
y una larga noche con aviso de tornados.
Me senté en el sótano de seis a ocho
mientras las gruesas nubes de primavera
daban volteretas retumbando hacia el este.
Luego diluvió, una tormenta
que caminaba con piernas de relámpagos,
arrastrando su vientre desgreñado sobre los campos.
Las golondrinas han vuelto
y los pinzones cambian su plumaje de verde a oro.
Los dos gansos de siempre
han venido al estanque este año
graznando sobre los árboles y salpicando.
Nunca anidan, se quedan dos o tres semanas
y después se van.
Las peonías están crecidas, los rojos brotes
ardiendo en círculos como velas de cumpleaños,
porque este es el mes en que nací, como bien sabes,
el mejor mes para nacer, gracias a ti,
todo preparado para estallar con vida.
No habrá más pijamas de franela
cosidos en tu vieja Singer negra,
no más tarjetas de cumpleaños
escritas con una letra temblorosa, pero formal.
Me preguntaste si me entristecería
cuando esto ocurriera
y estoy triste.
Pero los lirios que me traje de tu casa
ahora sostienen en los puños secos
y polvorientos de sus raíces
cuchillos y tenedores verdes
como si esperaran la cena,
como si la primavera fuera un festín.
Te doy las gracias por eso.
Si no fuera por la manera
con que me enseñaste a mirar el mundo,
a ver la vida activa en todo,
tendría que estar sólo para siempre
Ted Kooser. Traducción de Hilario Barrero
Mis dos mamás: Carmen y Julia fotos de 1935 y 1936