casi, casi, devastada.
Pintura: Frank Bramley. Hopeless dawn
blog de rescate de la historia familiar, de la patagonia, vivencias, recuerdos, arte y poesía
Jane Kenyon
Traducción: Hilario Barrero
Pintura: Vladimir Gusev
Me dicen
que respete las leyes,
la Constitución del Estado,
los reglamentos,
las costumbres establecidas.
No puedo acatar nada,
soy una hoja,
nada tengo que hacer con esas flores,
por ese anchuroso lado
sobro de pie a cabeza.
Me cuentan al oído
historias edificantes
de oficiales pundonorosos
y funcionarios de carrera;
pero yo soy un pájaro perdido
no tengo medallas,
no estoy obligado a nada.
Me crié en la espesura,
vengo de la hojarasca
y, ay Dios, si yo pudiera,
al retornar a tierra
recobrar mis instintos:
comerme al hombre quiero,
al hombre con corbata,
con bisagra,
con plancha,
comerme al hombre quiero.
Me miro en lo que soy,
entre real, a veces, o hipotético;
me palpo con los ojos
y me descubro sobrevivido,
me pesa sobre los hombros
el traje de diablofuerte.
Con ojos inmisericordes
me contemplo:
me condeno a mí mismo
por mi carencia de afirmación y desafío,
por mi impasible cara de palo.
Difícilmente encuentro
razones que me justifiquen.
Apretando los dientes me pregunto
¿quién te da el pan, poeta,
si tú no lo sustraes
destripándote a tí mismo
—asesino evidente—,
rasguñando día y noche
empecinado y mañoso
sobre una costra dura?
Me vienen ganas incontenibles
de incendiar la oficina,
echar al diablo tanta papelería inútil,
números, oficios, fichas
horarios y estadísticas
sin pasión ni rocío.
Tanto fórmula estricta
y tanto timbre,
y para arriba y para abajo
tanto usía,
y por las orillas
ningún arranque de la sangre,
ningún beso salvaje,
ningún trino.
Entre tanto
la Secretaria al frente,
perfumada y alada:
boca, nariz, garganta,
pestañas como alamedas.
Qué hace tu sangre antártica, entonces,
bestia domesticada,
qué hace tu diente carnicero,
perro de presa.
Tránsito suspendido,
subió la leche,
no hay carne en ninguna parte,
escondieron el té;
debes pagar impuestos,
te queda un saldo en contra,
debes siete botellas,
viene la policía.
Irme saltando muros
como escapado de la cárcel,
correr con el corazón fuera del pecho
hasta los propios límites del mundo,
hundirme en la soledad,
perderme en el vacío.
Háblenme de la ley escrita,
del estatuto orgánico,
de la educación, señores;
El buen comportamiento
y las buenas maneras.
Qué tiene que ver con esas plumas
un buscador de miel como yo,
un picaflor, a penas,
que con el aire puro se emborracha.
Un día nací, es cierto,
pero nací llorando
y tan evidente disconformidad
afirma mi derecho
a contrariar los códigos impuestos,
a defender como una fiera
mis deleitosos defectos:
únicas conexiones
que tienen sabor a vida.
No me hagan marchar en fila,
déjenme sobre un cerro
para que el sol, la lluvia,
los pájaros, el viento,
el alba y las estrellas
me acaricien.
Juvencio Valle
Pintura: Blair
That night the moon drifted over the pond,
turning the water to milk, and under
the boughs of the trees, the blue trees,
a young woman walked, and for an instant
the future came to her:
rain falling on her husband's grave, rain falling
on the lawns of her children, her own mouth
filling with cold air, strangers moving into her house,
a man in her room writing a poem, the moon drifting into it,
a woman strolling under its trees, thinking of death,
thinking of him thinking of her, and the wind rising
and taking the moon and leaving the paper dark.
Tá tudo aceso em mim
Tá tudo assim tão claro
Tá tudo brilhando em mim
Tudo ligado
Como se eu fosse um morro iluminado
Por um âmbar elétrico
Que vazasse dos prédios
E banhasse a Lagoa até São Conrado
E ganhasse as Canoas
Aqui do outro lado
Tudo plugado
Tudo me ardendo
Tá tudo assim queimando em mim
Como salva de fogos
Desde que sim eu vim
Morar nos seus olhos
Esta memoria
que se cierne como los gorriones
en la rama más alta de mí misma,
este escuchar la noche
cuando hace sombra y el perfume
persiste en su influencia,
esas costumbres tuyas en la casa,
húmeda del ensueño y la porfía.
La casa donde amabas tu inocencia
sigue guardando
esos primores de ceniza,
sigue con tu respiración flotando.
A cuestas trae los fantasmas pensativos:
está mi padre rodando entre las cosas
( quería decirme: ¡hija,
al fin nos conocimos!... )
Y han vuelto algunos pétalos
que de un botón remoto habían caído.
Ha vuelto todo el tiempo que borramos,
en este instante en que repito tu nombre
y sin embargo no es latido.
Telarañas me enseñan donde tengo
olvidada la nuca.
Está sin sábanas el lecho,
en un sillón florece el frío.
¿Cuál es el mago que te trae ahora
y te pone a bruñirme las ojeras,
cuál es el rico que me da tu cuerpo?
Ya no es posible hallarte en remolinos,
la sorpresa sería comerte con los ojos.
La casa,
la casa enorme con soledades y heliotropos,
lúgubre, vacía,
la casa centenaria sigue goteando
sobre mis heridas.
Arrancaré el azogue de todos sus espejos
buscándote.
Arrancaré las cenefas, los umbrales,
buscándote.
Arrancaré los muebles, los mosaicos, el sol,
la selva que en el patio ha dado un solo paso,
mi insomnio de leona enternecida;
arrancaré el recuerdo
buscándote,
y he de encajar de nuevo en tus costillas.
Arrancaré los rincones de la casa,
la casa,sí
la casa donde nos podrimos.
Ha de quedar algún pedazo tuyo entre raíces,
alguna vibración de tus entrañas,
algún cabello que cayó de pronto
y luego fue un hilo de agonía,
el dejo de tu voz entre las horas:
ha de quedar el giro de tu mano, al fin, llamando:
algo espantoso y bello.
Y yo sabré quien eres, yo te reconoceré
de rodillas ante el grifo del agua,
yo te reconoceré
aunque sea por el gusto del fango;
y te daré por muerto entonces,
devastado este reino;
pero tranquila, en orden,
porque tendré el consuelo
de imaginarte a salvo de los hombres.
Carilda Oliver Labra
Pintura: Igor Tihonov
Camina bajo la solitaria luz crepuscular.
Las ásperas sandalias le astillan los pies.
No lo salva ni del sol ni de la lluvia su atuendo escaso.
La daga del aire le penetra los huesos
y el cielo es un manto lejano y austero.
En Europa, Spinoza pule, lento y paciente,
los futuros cristales de un telescopio.
Entre las casas bajas y las calles de piedra,
Vermeer pinta el rostro ubicuo de Delft.
Frente a la aciaga estufa,
Descartes piensa en la negación del mundo.
Nadie sabe que un hombre, hacia el final de sus días,
recorre, en la intemperie de la tarde,
el paso de Shirakawa.
Nadie sabe que en el rojo horizonte del Oriente
encuentra la milagrosa eternidad.
Basho camina.
El vasto espejo de la montaña le devuelve su cara.
Escucha, impertérrito, el frágil sonido de una laguna,
el húmedo rumor del viento,
la voz pausada de las hojas,
el ciclo interminable de las noches y de los días.
Ha encontrado en el silencio de su mente
el sonido de la naturaleza.
Ha encontrado la cifra del tiempo en un instante.
Cada paso que da es la sombra de una palabra.
Yuang Ma