It’s not a sheltered world.
The noise begins over there, on the other side of the wall
where the alehouse is with its laughter and quarrels,
its rows of teeth, its tears, its chiming of clocks,
and the psychotic brother-in-law, the murderer,
in whose presence everyone feels fear.
The huge explosion and the emergency crew arriving late,
boats showing off on the canals,
money slipping down into pockets
– the wrong man’s –
ultimatum piled on the ultimatum,
widemouthed red flowers who sweat
reminds us of approaching war.
And then straight through the wall — from there —
straight into the airy studioin the seconds that have got permission to live for centuries.Paintings that choose the name: “The Music Lesson”or ” A Woman in Blue Reading a Letter.” She is eight months pregnant,
two hearts beating inside her.The wall behind her
holds a crinkly map of Terra Incognita. Just breathe. An unidentifiable blue fabric
has been tacked to the chairs.
Gold-headed tacks flew in with astronomical speed
and stopped smack there
as if there had always been
stillness and nothing else.
The ears experience a buzz,
perhaps it’s depth or perhaps height.
It’s the pressure from the other side of the wall,
the pressure that makes each fact float
and makes the brushstroke firm.
Passing through walls hurts human beings,
they get sick from it,
but we have no choice.
It’s all one world. Now to the walls.
The walls are a part of you.
One either knows that, or one doesn’t;
but it’s the same for everyone
except for small children.
There aren’t any walls for them.
The airy sky has taken its place
leaning against the wall.
It is like a prayer to what is empty.
And what is empty turns its face to us
and whispers:
“I am not empty, I am open.”
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No un mundo protegido…
Justo tras la pared comienza el estrépito
comienza la posada
con risas y rabietas, dentaduras, tañido de campanas
y el cuñado demente, donador de la muerte
ante el cual todos deben temblar.
La gran explosión y los pasos tardíos del salvamento,
los barcos que se pavonean el la rada.
El dinero que se desliza en el bolsillo equivocado,
exigencias que se amontonan sobre exigencias,
rojos cálices abiertos que sudan presentimientos de guerra.
Desde allí y atravesando la pared
entra al luminosos estudio
entra en el instante que vivirá siglos.
Cuadros que se llaman “La lección de música”
o “Mujer de azul que lee una carta”:
embarazada, en el octavo mes,
dos corazones golpean dentro de ella.
Detrás de la pared, cuelga un mapa arrugado
de la “Terra Incógnita”.
Respirar en calma…
Una desconocida materia azul está clavada en las sillas.
Los remaches de oro entraron volando a increíble velocidad
y se detuvieron en seco
como si no hubiesen sido nunca más que quietud.
Zumban los oídos,
ya sea por la profundidad o por la altura.
Es la presión del otro lado de la pared.
Hace que cada hecho levite
y afirma el pincel.
Duele atravesar paredes, uno se pone enfermo de eso
pero es imprescindible.
El mundo es uno. Pero las paredes…
Y la pared es parte de ti mismo:
uno lo sabe o no lo sabe,
pero así es para todos
salvo para los niños.
Para ellos no hay pared.
El cielo claro se ha apoyado en la pared.
Es como una oración al vacío.
Y lo vacío vuelve su rostro hacia nosotros
y susurra
“Yo no estoy vacío, sino abierto”.
Tomas Tranströmer
trans. by Robert Bly
in The Winged Energy of Desire (2004)
Paintings: Vermeer